COVID-19. ¿La emancipación o el control?
- Jesús Medina
- 6 abr 2020
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La pandemia actual ha impacto de sobremanera en el mundo por una enfermedad tratable en la gran mayoría de casos pero que, ante la debilidad de los sistemas de salud y las decisiones económicas han dejado más de un millón 300 mil contagiados y poco más de 74,500 muertos en el mundo para el 6 de abril. La enfermedad ha demostrado la fragilidad del sistema, su ineficacia para salvaguardar la vida y los resultados del adelgazamiento del Estado. Como los problemas alimentarios, calidad de vida y ecología, este acontecimiento demuestra qué es lo importante para un sistema basado en la rampante lucha por la explotación, la producción y el consumo. No era de esperar análisis en torno a sus implicaciones, muchos de los cuales podemos encontrar en "Sopa de Wuhan".
Žižek ha referido el impacto del COVID-19 en la sociedad capitalista de forma algo positiva, una posibilidad a nivel ideológico de demostrar la fragilidad del sistema en cuanto a economía se refiere, pero también con respecto a la capacidad para asegurar bienestar, algo más que evidente a los ojos de casi cualquiera que sufre el sistema. No obstante, si bien en efecto significa un impacto evidente en la construcción superestructural del sistema- la capacidad del mismo para presentarse como universal, necesario o inevitable- demostrando algunas contradicciones como el que la salud no es mejor si es privada y que el mercado no se regula solo, esto no necesariamente significa una vuelta a la izquierda.
Harvey estaría aquí a la mitad del discurso, si bien coincide en la demostración de la debilidad del sistema al privatizar todo, incluida la salud y los costes que tiene actualmente, deja la puerta abierta al resultado: una crisis económica y política que de devenir en social puede generar tanto un cambio de apertura y búsqueda de salidas comunitarias, como la vuelta hacia los Estados fuertes que aseguren la vida de su población a cualquier costo, incluyendo la libertad de la misma.
Por otro lado, Franco Berardi plantea un punto más adecuado para entender el impacto en el sistema: la debilidad económica como una base de la contradicción capitalista y la centralidad de las mercancías y los mercados: los individuos deben parar, esconderse, pero la producción debe continuar, la venta y movimiento internacional debe continuar, a cualquier precio que sea necesario. No obstante, lejos de ver esto como el fin del capitalismo lo identifica como una oportunidad más para la readaptación, así señala la capacidad del virus de adaptarse, no el Covid, el capitalismo, un sistema que ha demostrado su capacidad de reinvención.

Por último, Byung-Chul Han plantea la visión que considero más acertada. Según su análisis, el virus demuestra los riesgos de la sociedad hiperconectada, de la decadencia de los sistemas europeos y la fortaleza de los Estados digital-policiacos asiáticos, de control total y subordinación del individuo a la masa. Pero justo por eso no será la salida al capitalismo y el neoliberalismo, sino su fortalecimiento y endurecimiento.
No obstante, en opinión de un servidor, este fortalecimiento no se dará solamente por el aprendizaje de los gobiernos occidentales con respecto a las lecciones del capitalismo Chino (si eso es el socialismo que queremos construir entonces está muerto el Marxismo), se dará por los individuos. Aunque suene liberal, los individuos (en el occidente moderno al menos) son reacios al control, al menos en lo que consideran sus libertades individuales: movimiento, expresión y principalmente de privacidad. Los que guardan celosamente el contenido de sus celulares y el dónde son vistos y por quien, no admitirán control sobre sus movimientos tan fácilmente, al menos creen que aun no lo hacen (la idea del espionaje norcoreano sobre los movimientos digitales de sus ciudadanos ignora, a propósito, la venta de datos privados por las compañías telefónicas y las redes sociales). Ahora no solo lo permitirán, lo exigirán en pos del orden y la seguridad, esto lo presagia la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. En un momento de desorden e inseguridad la población reclama acciones concretas, fuertes, pese a darse cuenta posteriormente que los resultados no son lo que esperan.
La muestra es clara hoy en día, vecinos convertidos en policías que instan (amable o violentamente) a sus congéneres a quedarse en casa, a ser responsables, que claman por orden y control por parte del Estado, que ruegan que asegure la vida, de ser necesario por medio de la vida de los inconscientes, ¿cómo más se puede interpretar la búsqueda de mantener en sus casas a quienes salen a tratar de ganársela?: “encierren a la señora que va a su trabajo, al niño que bolea zapatos o al indigente que pide limosna. Esa gente no puede amenazar mi vida”.
La situación es cruda, dura, riesgosa y compleja, pero el deseo de control férreo que se declara a diario actualmente demuestra la certeza de la frase de Bob Patiño en Los Simpson: “su oscura conciencia puede hacerlos votar por los demócratas, pero en el fondo de su ser anhelan a un ser republicano de frio corazón que use la brutalidad con los criminales y los subyugue como un rey”, así, estamos hoy en un posible escenario que nos pone en un retroceso de 100 años en la democracia, incluso en esta burda democracia liberal, ¿todo está dicho?
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