Soliloquio ensimismado
- Anónimo
- 5 feb 2017
- 2 Min. de lectura

Cuando observo las calmadas tardes desde aquí, después de un transcurso de unos minutos, me hace recordar el tiempo donde cada segundo se vuelve un paso por la arena y las horas en cada vez que rellenamos la fogata con leňas.
Camino hacia el mar con mera lentitud y admiración y enterrando mis dedos de los pies en la húmeda arena. He aquí el mejor panorama, dándole la espalda a la ciudad y a su forma de ver la vida, cada vez menos tiempo para este tipo de momentos, existe el tiempo para las alarmas, para estar formado en algún lugar o sentado varias horas en una aula, tengo tiempo para aparentar que me interesa y que no me sienta estancado.
Contemplando el mar así cómo se contemplan las bellas nubes al detenerte por media banqueta me hace sentir que debo de volver a estos lugares a encontrarme, escuchar y ver calma alrededor, que tanto seré parte del mar y la arena, sólo sé que estoy con ellos en este momento siendo un grano más de arena de este suelo. Siento más pertenencia a estos lugares, reconocerlo fue como dar un brinco a la siguiente ola, al caer olvidé lo que sabía, porque lo que creía saber también consistía en limitaciones, he salido un poco de mi hoy, de mi personaje y de lo que lo rodea, he tratado de hacer memoria para recordar mis pasiones, raíces y mi propio panorama de la vida, no el que pensaba que era sólo por vivir.
Estoy buscando tiempo para pensar sobre cuánto tiempo no pienso por mis propios pensamientos y aficiones, mi propia vida. No la que te ofrecen a cambio de vivir cómodamente como esclavo, ser daňado por la misma comida y si llegara a ser anciano, la vida que te ofrecen es corta ya que no mantienen a sus agradecidos trabajadores, así deberíamos estar ¿no? Agradecidos con la libertad que hoy radica, dudo que con eso vaya a cenar hoy por la noche.
Comentarios